CORREOS: CARTAS DE FIN DE SEMANA EN 1970
- Crónicas fragarias.
- 24 mar 2019
- 2 Min. de lectura

Una pareja de tórtolos enamorados caminando, campantes y abrazados, fácil dictamen para quien puso el flash sobre sus cuerpos. Memorias en blanco y negro, como nunca antes retractadas, un canto al unísono y quizá las golondrinas encima del muérdago. El brazo encima de su hombro, sonrisas picaronas, una caminata acalorada y un segundo cálido para conmemoras eternamente.
Cartas de amor, mismas que van llegando cada fin de semana, el cartero va armando las botas para andar y danzar; para entregar a aquella dama lo que su amor le ha mandado, plasmado bajo la lluvia, a escasos paraguas en alguna guerrilla a la lejanía, concentrando las ideas en alguna canoa, simulando la larga historia de una chalupa, convirtiendo todo en memorias.
Mientras tanto, el lechero va papaloteando al ver un sobre caer en su gorrito, lo toma, realmente se ha dado cuenta que es algo ajeno; al amanecer el gallo cantará y sostendrá una historia paralela a lo real, una que quizá, nunca llegará.
Sin embargo, Doña Rosa toma el nopal entre sus manos, se espina, el cartero se mete y le entrega una mala noticia, pues el borracho de su hijo se ha perdido, la tierra parece haberlo absorbido. Bajo el pino más grande, Clotilde lee a su padre, quien se volvió el músico más olvidado en la nostalgia de Irapuato.
Las sombras entre la intimidad y un montón de jaras aparecen en el lumbral, invadiendo la deslealtad; al llegar a su casa, Don Chava escucha al cotorro decir: vete de aquí, alguien está llorando por ti. Y es que en la maseta yacía un escrito de una amante dolida y su esposa, con el corazón en las manos y el sol escondiéndose, le dice que se vaya, ahí ya no debe aparecerse.

Por otro lado, en una casa cerca de la esquina frente a un bello parque, la abuelita Kitti estaba haciendo el ate favorito de su hijo, el de membrillo; el cazo desprendía el aroma más delicioso de la ciudad, mientras una araña escurridiza aguardaba por alguna tonta mosquita. La mano de Vicky, su sobrina, se asomó para picotear y probar un poco, aprovechando la distracción de su tía, al esta voltear a ver el pescado a cocinar, mismo que se fue dorando para terminar devorado.
Y entonces las cartas de amor, se fueron regando, contando historias sin secreto, derramando lágrimas y matando a carcajadas.
Aquél fue el fin de semanas más trágico de la historia de Irapuato, casi cincuenta años atrás, aunque quizá existan algunos otros más por contar.
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